Llegará
un día en el cual no necesitaremos un banco
para nada, al menos no uno tradicional. Ni para financiarnos, ni para
pagar, ni para invertir, ni para nada. Quizá escojamos la opción
tradicional, y decidamos sentarnos con nuestro gestor comercial en
una sucursal, o quizá no. Por primera vez desde que la banca moderna
existe, tendremos
la opción y no la obligación,
de trabajar con ella. Por primera vez las barreras de entrada del
sector se romperán y solo sobrevivirán quienes realmente satisfagan
las necesidades
de sus clientes, y no quien mejor sepa ‘exprimir’ a un consumidor
cautivo.
Y
no hablo de un lejano futuro, sino de unos pocos años, incluso
meses. La nueva e imparable tendencia
‘fintech’,
compuesta por aquellas compañías que usan la tecnología para
mejorar cualquier tipo de servicio financiero, ya está aquí.
Podemos pensar que se trata de una moda más, y que si la banca lleva
siglos sin sufrir verdaderos cambios disruptivos gracias a lo que
Buffett llamaría ‘moat’,
tampoco lo hará ahora. No es así.
La
banca cuenta con una garantía
soberana sobre sus depósitos,
posee el privilegio
de crear dinero,
puede disponer de líneas de emergencia o incluso rescates
si se queda sin liquidez o es insolvente (respectivamente),
ha conseguido desarrollar un canal
de distribución
de los más fuertes que existen y su ‘know
how’
concediendo crédito
parece incomprensible para el común de los mortales. No es extraño
que el ROE medio del sector a nivel mundial sea de doble dígito en
los últimos 30 años, y aun hoy en día, con la que está cayendo,
del 9,5% según McKinsey (siendo Europa occidental la zona menos
rentable, aquí se destruye valor para el accionista). Poderosas
razones, pero no suficientes para frenar a las fintech.
La
generación de los millennials es infiel, informada y tecnológica.
No será cliente de una entidad porque lo haya sido toda la vida o
porque lo sean sus padres
Existen
tres motivos para apostar por la disrupción. Una es que mi
generación, la
generación de los millennials
(1980-2000), es infiel, informada y tecnológica. Aunque es difícil
y probablemente incorrecto clasificar y generalizar, se dice que
somos mucho menos leales a las marcas que anteriores generaciones
(aunque existen estudios que afirman que somos más leales a nuestras
marcas preferidas y menos al resto), algo que se extrapola al mundo
financiero. Nos informamos, especialmente por internet
y por nuestros amigos, y decidimos.
La
generación Y no será cliente de una entidad porque lo haya sido
toda la vida o porque lo sean sus padres,
si otra le parece mejor se irá sin pensárselo demasiado. Y es ahora
cuando esta generación se está bancarizando y convirtiendo en una
masa crítica para el sector financiero. De ahí que surjan
propuestas como ‘imaginBank’,
de CaixaBank,
una banca enfocada totalmente a este consumidor (publicidad
‘hipster’, plataforma totalmente móvil, sin comisiones
tradicionales, con descuentos para compras y eventos, y por supuesto
mencionan la palabra ‘experiencia’… A-B-C de prototipo
millennial).
Otro
motivo, muy relacionado con el anterior, es que la
tecnología
se ha colado de pleno en nuestro día a día, especialmente el móvil.
No solo entre los más jóvenes, incluso los más mayores se atreven
con las pantallas táctiles. Todo el mundo se ha rendido a la
tecnología, lo que posibilita
que exista un público muy receptivo
a la innovación. Antes desconfiábamos, pero ahora hemos comprobado
que servicios como Paypal
no son un timo y, ¡estamos deseando que Google,
Facebook
o
Apple
nos den más!
Hasta
ahora montar un banco era impensable. Pronto veremos que con unos
pocos millones se puede revolucionar algún campo de los servicios
financieros
Con
un público objetivo y la tecnología adecuada, no es extraño que
surja el tercer motivo: el
capital.
Según Accenture
en el año 2014 las tecnológicas financieras consiguieron levantar
9.890 millones de dólares solo en EEUU, o lo que es lo mismo, más
de lo que los grandes bancos invirtieron en la reconversión digital
de su propio negocio.
Una locura. El dinero no lo es todo, pero la inversión se ha
disparado globalmente, pasando de 4 mil millones de dólares en 2013
a 12 mil en 2014 según McKinsey. No todas las ‘start up’
triunfarán, pero solo con que unas pocas lo hagan ya será una
revolución.
Al
igual que WhatsApp ha golpeado a las telecos, Uber a los taxistas o
el streaming a los videoclubs, ha llegado el momento de la banca. No
será instantáneo, pero será imparable. Hasta ahora montar un banco
era impensable, quizá imposible: licencia bancaria, inversión en
oficinas, fidelidad de la clientela… Pronto veremos que con
unos pocos millones se puede revolucionar algún campo de los
servicios financieros.
Y, entre todos, arruinarán el actual modelo de negocio de captar con
producto de poco margen y colocar producto con alto margen. Vincular
que le llaman. Habrá fuertes competidores en todos los segmentos.
Ya
hablamos
de ello en alguna ocasión cuando BBVA entró en OnDeck,
una de las plataformas más populares de financiación a pymes de
EEUU, y ésta realizó su primera emisión al mercado con los
préstamos concedidos. Corría el año 2014, parece que fue ayer,
pero en realidad es un mundo. Hoy por hoy, desde
nuestra casa, podemos perfectamente convertirnos en banqueros.
Por ejemplo en Lending
Club
nos permiten invertir en los préstamos que queramos, comprar un
paquete con clientes de determinado scoring… Y como esta decenas de
plataformas.
Tanto
es así que hasta en España tenemos iniciativas geniales. Véase el
siguiente mapa
del fintech
en España. Comprobaremos que no solo existen los ‘típicos P2P’,
plataformas como Housers
o The
Crowd Estates
permiten invertir en real estate de forma grupal, comprando inmuebles
entre varias personas, reformando, alquilando, revendiendo o lo que
se plantee según la operación. Y todo desde el PC con unos pocos
clicks. Es muy fácil ser banquero hoy en día, ningún segmento está
vetado ya, ni los particulares, ni las empresas, ni las hipotecas, ni
los pagos, ni la inversión… nada. A modo de anécdota decir que en
EEUU en
el año 2007
el 74% de las hipotecas eran concedidas por la banca tradicional, en
2014 solo el 52%.
En
la siguiente gráfica de McKinsey puede observarse como, aunque con
una penetración dispar, las empresas fintech empiezan a posicionarse
en todo. Actualmente
se centran más en los pagos y en el cliente minorista,
pero poco a poco el abanico está creciendo a todo tipo de clientes y
a todo tipo de productos. La consultora calcula que para 2025 entre
un 10 y un 40% de los ingresos, y entre
un 20 y un 60% de los beneficios se evaporarán
(dependiendo del negocio, siendo la financiación minorista la más
vulnerable).
Hemos
pasado de un mundo en donde financiar era un privilegio, a otro en
donde cualquiera puede hacerlo. Hemos pasado de un mundo de altos
márgenes para la banca fruto de las barreras de entrada, a otro en
donde conceder
financiación es un producto ‘commodity’, y como tal verá
reducidos sus márgenes, siendo solo los suficientes para que los más
eficientes sobrevivan.
O la banca se pone las pilas y crea valor por otros medios, o una
fintech lo hará mejor, más barato y más sencillo. ¿O alguien duda
que Google, si se lo propone, no puede saber mejor que un banco si
somos solventes, y darnos un servicio más barato y sencillo?
Hay
excepciones claro, pero la amenaza es muy real. Tanto es así que es
muy probable que en los próximos meses no paremos de ver noticias al
respecto, la última esta semana: BBVA
anuncia una inversión de 250 millones de dólares en start ups
financieras.
Si
no puedes con tu enemigo, únete a él.
Y es que, o la banca se convierte en una fintech multidisciplinar,
aplicando la tecnología y las nuevas tendencias a todas sus líneas
de negocio, creando valor para el cliente en lugar obligarlo a un
cautiverio artificial, o poco a poco nuevas empresas empezarán a
comerse sus márgenes, sin prisa… pero sin pausa. Fintech:
llamémosle locura, llamémosle revolución, pero también,
llamémosle, futura
realidad.